sábado, 21 de julio de 2007

"OJOS VERDES" de S.S.M

El despertador de mi habitación empezó a sonar más tarde de lo habitual, lo cual era bastante extraño porque el Sol, prácticamente fijo en el horizonte, no podía haberse trasladado mucho desde la última vez que realizamos las mediciones. Normalmente, el Galileo nos avisaba con sus intermitentes azules de que había llegado el momento de reajustar el reloj de a bordo, pero el viejo cacharro estaba llegando al final de su vida útil y me dije que no podía seguir permitiéndome confiar en él. Aun así, me parecía bastante preocupante que nuestro único medio de subsistencia a miles de millones de kilómetros de nuestro hogar empezara a fallar en tales nimiedades. Malditos ingenieros. A cualquiera le daban el título ahora, y venga a diseñar sin descanso. Luego, la mayoría de las cosas fallaban, pero no necesariamente tenía que deberse a la ineptitud de los constructores. Sorprendentemente, la mayoría de los buenos ingenieros sabían cómo diseñar aparatos que se estropearan al usarlo un número bastante limitado de veces, por el simple hecho de que así podían volver a vender más unidades. Ya podíamos estar hablando de una simple cafetera o del suministro de oxígeno para los terrestres que vivían bajo las densas capas de humo; el libre mercado era así, y si los gobiernos no podían permitirse pagar, pues los ingenieros lo sentían mucho pero no iban a diseñar dispositivos más duraderos.

Y yo tengo que fastidiarme porque mi nave está chocheando, pensé con amargura. Lo cierto es que le tenía un cariño bastante especial, sobre todo a mi habitación. Todo era simple plástico blanco, rugoso y acogedor. Era el lugar idóneo para relajar la mente y evocar otros lugares, sin ningún tipo de distracción.
Tumbado boca arriba sobre la cama, consideré que yo debía ser bastante deprimente como para necesitar relajarme mientras viajaba por una región del espacio donde lo único que se divisaba al mirar por las ventanas era el Sol, inmóvil, tocando con su áurea a la fría oscuridad circundante.
Mi mente acabó de recuperarse del letargo matutino, y lo primero que me vino a la cabeza fue la imagen de Linda. Entonces no pude evitar volver a cerrar los ojos y sonreír. Linda, junto con Jack, eran los otros dos tripulantes de la nave. Los tres formábamos un gran equipo, y siempre hacíamos turnos para que la nave no tuviera que llevarse sola. Mientras uno dormía, los otros dos trabajaban.

Ayer le había tocado dormir a Jack. Al principio, Linda y yo habíamos tripulado la nave con bastante rigor, asegurándonos de seguir el manual al pie de la letra. Cuando terminamos, la conversación había empezado a hacerse más animada. Hablamos de su casa en los Alpes. Yo no conseguía entender cómo a alguien cuerdo le podía interesar vivir allí. Lo cierto es que de vez en cuando se respiraba bien, pero para mí eso no compensaba la falta de civilización moderna que ese lugar tenía. Me había llamado pijo esnob, y habíamos reído durante horas. Antes de terminar la botella de whiskey que reservábamos para ocasiones especiales, el brillo en los ojos de Linda se hacía más acusado. Entonces habíamos permanecido un rato callados, y yo empecé a manipular los controles de la nave. Ella no paraba de mirarme con esos enormes ojos al tiempo que su sonrisa se iba haciendo cada vez más evidente. Al principio no sabía qué decir ni qué hacer. Seguí trabajando hasta que ella me pidió que lo dejara ya, que era un maldito masoquista que amaba el trabajo. En parte debido al chiste, en parte debido al nerviosismo de la anticipación que se respiraba en el ambiente, los dos reímos como idiotas. Entonces, y sin previo aviso, lo hizo. Ni siquiera me esperaba que fuera tan directa. Fuimos a su habitación. Allí, y a oscuras, sus grandes ojos verdes habían brillado más que nunca.


De nuevo abrí los ojos. Ya iba siendo hora de levantarse y pedir disculpas a Jack y a Linda, que habían estado trabajando más de la cuenta por haberme quedado yo dormido. Malditos ingenieros, no saben ni diseñar un buen reloj espacial. Reí para mis adentros y me dirigí hacia la sala principal, pero no los encontré allí. Desde esa sala se tripulaba la nave, era donde estaban los controles principales, y tenía delante un enorme ventanal que protegía de las radiaciones del Sol, ya que este sería visible desde la sala durante todo el viaje.

Decidí comprobar si estaban en la cabina de Linda. La llamábamos así porque era su lugar favorito en la nave. Se accedía mediante una escalera de mano. No tenía más de dos metros cuadrados, y techo, suelo y paredes estaban hechos de plástico transparente, aunque muy resistente. La cabina estaba alejada unos metros de la nave mediante un corto túnel, de forma que uno se sentía literalmente flotando en el espacio. Era una de las viejas reliquias de la nave, de las que ya no se solían fabricar. A lo mejor, si tenía suerte, encontraría allí a Linda, sentada y meditativa, escrutando la inmensidad estrellada con sus brillantes ojos. Entonces me sentaría a su lado, le preguntaría que dónde estaba Jack, me diría que no me preocupara, que estaba lejos, en la sala de motores....

Linda tampoco estaba allí. Decidí sentarme en la cabina un rato, y seguí divagando con ella, lo que habíamos hecho la noche anterior. Casi se me cae la baba. Poco a poco me descubrí pensando que el paisaje espacial que tenía delante, arriba y abajo no era el que yo me había esperado. Hacía escasamente unos minutos que había pasado por la sala, delante del ventanal, donde solía estar el Sol. Pero el caso es que yo no recordaba haberlo visto. Un sudor frío recorrió mi espalda. Bajé por la escalera y corrí hacia la sala como alma que lleva el diablo. Me paré delante del gran ventanal y creo que no llegué a encajar lo que vi, ni siquiera consideré su importancia. Simplemente, me quedé helado y sin saber qué hacer. Donde debía estar el Sol ya no había nada. Sólo oscuridad y estrellas, malditas estrellas. Permanecí allí de pie, pero mi mente no carburaba. Deduje, tras unos minutos de esfuerzo, que habíamos variado el rumbo. Pero, ¿por qué? El Sol debía estar al frente del panel durante todo el viaje. Algo iba muy mal. Entonces volví a mirar el reloj. Yo creía que ese día era 14 de Octubre, pero en realidad era 15. ¿Por qué habría dormido tanto? Tuve una horrible visión: Jack y Linda en la sala de máquinas. Jack subido a la escalera para mirar si se ha atascado algo en el compresor de aire, y Linda comprobando las tuercas. Entonces Jack tropieza y se golpea la cabeza y se la abre como un coco, mientras que Linda queda atrapada bajo la pesada escalera.

La verdad es que mi mente imaginó esto sin mi ayuda consciente. Era bastante curioso cómo en mi visión la muerte de Jack me importaba un rábano, mientras que el hecho de que Linda quedara atrapada bajo la escalera de metal me helaba la sangre.
Estaba a punto de echar a correr hacia la sala de máquinas, pero entonces ocurrió algo. A través del ventanal divisé cómo la nave de emergencia de la que constaba el Galileo se alejaba a toda velocidad. Era un pequeño vehículo blanco y gris, con forma de seta , y cada vez estaba más y más lejos. Comprendí las implicaciones de lo que acababa de presenciar. Linda se había marchado, llevándose consigo la única nave de emergencia. Y no se había ido sola. Se había ido con Jack. El estúpido de Jack... De las miles de hipótesis que podría haber aventurado sobre lo ocurrido, mi enfermiza y furiosa mente tan solo se centraba en el hecho de que Linda se había ido con Jack, precisamente con Jack, y no conmigo.

Pensar en ello me hizo doblar las rodillas para sentarme, temblando, en el suelo. Ni siquiera quise mirar el mensaje que parpadeaba con luces rojas en el monitor grande de la sala.

No lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo...Por qué yo....El corazón se me iba a salir de la conmoción. Me imaginé que, ya a cientos de kilómetros, Linda y Jack , en la nave, habían hecho un muñequito de mi corazón y lo estaban pinchando con afiladas y frías agujas. Luego se reían de mí y empezaban a besarse. Jack reía con su estúpida voz de feriante borracho mientras enseñaba sus asquerosos tatuajes del brazo, y la risa de Linda ya no era dulce y agradable. Seguía siendo la misma risa de antes, pero ya no significaba lo mismo y eso me dolía como si me atravesaran con un sable oxidado.

El dolor me llegaba hasta las nalgas, era como si estuviera enfermando por momentos, como si se me cayera la vida a trozos, la piel se me pusiera morada y la mandíbula y los ojos se me desprendieran, haciendo un ruido seco al chocar contar el suelo.
Me giré, poniéndome boca abajo, y vomité hasta que no quedó nada dentro de mí. Estaba tan mal que ni siquiera me molesté en sentarme para no mancharme. Permanecí boca abajo mientras el charco de vómito se extendía por el suelo y me llenaba el pijama.

La cara de Jack apareció en el charco, y este empezó a sonreír con sarcasmo. Quise que me dominara la furia para así poder tirarlo desde lo alto de una escalera y abrirle la cabeza como un coco, pero el dolor me abrumaba. Quería pensar que Jack se había llevado a Linda por la fuerza...No, eso sería aún peor...Se había ido voluntariamente, me había dejado. Vomité de nuevo, esta vez tan solo escupí sangre. Tuve que hacer un esfuerzo verdaderamente sobrehumano para incorporarme y quedar sentado. Seguía temblando, muerto de frío, y la fatiga aún no se me había pasado.

PARA DE PENSAR PARA DE PENSAR PARA DE PENSAR PARA DE PENSAR LINDA ESTÁ CON JACK, HIJO DE PUTA.
Mi mente era algo así como un concierto de Black Metal del más malo que haya, y mis sesos estaban desparramados sobre los bombos del alocado batería. Respiré lentamente. Pensé en mi habitación. Me relajé un poco. Entonces se me ocurrió mirar el mensaje que parpadeaba con luces rojas en el monitor del ordenador.
Era un mensaje de Linda y Jack: "Tenemos que ir a la estación Atkins2 a hacer un reconocimiento. Hemos cambiado el rumbo ligeramente porque el viraje no funciona del todo bien. Asegúrate de volver a enderezar la nave en cuanto aparezca este mensaje. Es importante que lo hagas rápido, ya que los controles no aceptarán un viraje brusco si la nave se desvía demasiado". El mensaje había estado dos horas en pantalla y yo no lo había visto. Ya no pude virar de nuevo.

Una esfera verde apareció delante del ventanal, y la nave se dirigía hacia ella. Sólo entonces recobré el sentido. En ese momento Linda y Jack podrían casarse y tener hijos, que a mi no me importaría lo más mínimo. Viajaba con un rumbo equivocado, y había sido tan estúpido que me había venido abajo cuando aún estaba arriba. Ahora sí que estaba abajo del todo. Es más, ya estaba muerto y enterrado, por haber dejado que la situación empeorara. Ahora ese maldito planeta verde estaba en mi camino, y los estúpidos ingenieros que habían construido mi nave no se habían molestado en el viraje correcto.
Me embargó el pánico, ahora sí que me importaba morir. El choque sería desastroso, aunque seguramente la presión, la velocidad y la temperatura de esa extraña atmósfera destrozaría mi cuerpo. Ya había muerto. Pensé en sentarme en el suelo, intentar tranquilizarme, respirar y evocar lo plena que había sido mi vida. Mi cabeza se llenó de recuerdos: mis padres, mi abuela, mis amigos....La verdad es que ha sido una puta mierda de vida. Enhorabuena, puto astronauta, empollón cuatroojos.
Me entró el pánico de nuevo. Realmente no me quería morir. Quería vivir y hacer todo aquello que nunca había hecho antes. La gente esta siempre deseando ir al espacio, ¿para qué? En la Tierra ya hay suficientes problemas como para invertir millones y millones de dólares, euros o lo que sea en ir al espacio para buscar el futuro hogar de la humanidad cuando ésta no pueda con su propia contaminación; contaminación a la que se contribuye con la construcción de las malditas naves espaciales y reactores. Y si la humanidad se muere, qué más me da. Yo ya estoy muerto y no me importa lo que venga después. Básicamente es la forma de pensar que tiene todo el mundo.
La esfera ocupaba ahora todo el panel. Me sorprendió muchísimo ver que quedaban cuatro segundos para el impacto. Fueron los cuatro segundos más largos de mi vida.
Si esto fuese una historia de ciencia ficción, debería acabar en este momento, pensé.

Pero no lo era. Yo estaba allí, con cuatro segundos de vida, y lo único que se me ocurrió pensar era en lo estúpido que era y en la mierda de vida que había tenido. Vaya amor propio. El recuerdo de los ojos verdes de Linda fueron un gran consuelo en esos segundos de agonía. ¿Por qué me había importado tanto que se hubiera ido? ¿No había pasado una noche con ella, en su habitación, y luego nos habíamos ido a su cabina a mirar la inmensidad? Después de todo, no ha sido una vida tan mala. Ocho horas de felicidad al final de 39 años de infelicidad inconsciente. Es más de lo que muchos podrían desear.
Cerré los ojos y me llevé mis recuerdos conmigo, mientras que el cristal se rompía, el fuego entraba, rasgaba mi pijama y devoraba mis huesos.

S.S.M.
Copyright © Sergio Sepúlveda Medina, 2007. Todos los derechos reservados.

7 comentarios:

Jaberwocky dijo...

¡Toma ya! Bueno, al fin publicas un relato. Al principio me daba una sensación de deja vu, de haberlo leído ya, pero no, me equivocaba. Mola un montón, que rero que el administrador haya publicasdo ciencia ficción sin protestar (que es broma, no empecemos).

A ver si escribo ya alguno y lo publico.

Anónimo dijo...

Me ha recordado a una mezcla de la peli Sunshine con Stephen King, jejeje. Me ha enganchado mucho y te hace reflexionar. Sigue escribiendo así y publica más cosillas.

¡Un saludo!

Anónimo dijo...

Me alegro si os ha gustao, a ver si os animáis ya, dejáis aparcao a jarry trotter un ratillo y escribis algo, lo que os salga.
A veces uno no sabe lo que piensa hasta que lo escribe

Anónimo dijo...

Que waay! Me ha gustao tela, ya te lo he dicho, y espero que no tardes en meter más cosas aquí.

Y lo mismo para todos los que lean.

PROXIMAMENTE -
"EL Balcón del Mar" de P.S.C.

Anónimo dijo...

el puto amo shikillo

Anónimo dijo...

no podía faltar la palabrota marca de la casa, oh si

Anónimo dijo...

Cual? Puta mierda? Se me llena la boca al decirlo PUTA MIERDAAAA